viernes, 27 de enero de 2012

Pasado

El tiempo perdido se escurre como arena entre los dedos, y cada grano que golpea el suelo repite una y otra vez la misma pregunta; ¿ya está? ¿ya está? ¿ya está?
Vivimos como fantasmas preguntándonos dónde erramos en el camino. Cuándo dejamos escapar todos nuestros sueños, cuándo renunciamos a ellos. Cuál fue el golpe tremendo que nos borró de un plumazo las esperanzas y los sueños.
Sonreímos estirando los labios exangües en sonrisas artificiales, tratando de convencer a los demás de que somos como ellos. Felices. Ilusos.
Soy vieja... sí, lo sé, resulta absurdo. Pero soy tan vieja... y estoy agotada. Me he cansado de ver todo ese dolor que solo yo veo. Me duelen todas y cada una de las heridas que me ha ido abriendo la vida y que no se cierran. Me duele cada latido de este maldito corazón que aún se pregunta cómo puede seguir latiendo.
Cada latid, un pequeño golpe. Otra vez la misma pregunta. ¿Ya está? ¿ya está? ¿ya está?
Esperando. Agazapada en mi mansión de fachada soleada, prodigando sonrisa y atención a gente que no me importa en absoluto. Sólo aguardo. La espero, en silencio, con los ojos insomnes y fijos, bien abiertos, para verla venir. Decirle que se ha retrasado demasiado. Para dedicarle la sonrisa de dientes afilados que nadie ve.
Hay otros como yo. Somos pocos, sobre todo a esta edad. Nuestra maldición es que somos capaces de ver, y de entender. Lo vemos todo. Pero nadie nos ve a nosotros.
Estoy cansada. Me acurruco en mi rincón mirando al exterior con los ojos vivos. Es lo único que queda vivo en mí. Y respiro, poco a poco.
En cada inspiración, cada suspiro... ¿ya está?
¿Ya ha venido la muerte conmigo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario