martes, 10 de enero de 2012

Diez de enero; juego

¿A qué juegan todos?
Yo me pierdo. Siempre me han gustado los juegos. De hecho, las relaciones sociales me divierten, son curiosas de ver. Es un estudio interesante, el de la cortesía; los "no" camuflados, las peticiones disimuladas, exigencias veladas. La inútil red de mentiras que tejen, tratando de pintar una imagen de sí mismo que poco o nada tiene de real. Invierten mucho esfuerzo y mucho tiempo en "hacer ver".
A mí me divierte. Verlos esforzarse en mostrar una cara siempre sonriente, siempre segura de sí misma, carismática, guapa, encantadora. Tratan de que la historia de sí mismos sea interesante contándola de mil maneras, adornándola. Invierten muchas horas de trabajo en ellos. Adornan su imagen de mil maneras; maquillaje, ropa, bravuconadas. A veces me dan ganas de abrirlos como si fueran melones y ver qué demonios hay ahí dentro. ¿Estarán tan vacíos como parecen?
Creo que sí. Si le quitamos a su historia los adornos, descontamos los amigos que no estarán ahí cuando tengan un problema de verdad, los privamos de sus ropas y de sus señas de identidad, estudiadamente elaboradas, de tintes, gomina, joyas y maquillaje, ¿qué nos queda?
Personas. Y, creo que huelga decirlo, personas aburridas. Anodinas.
Tal vez tres o cuatro tengan algo que ofrecer. Quizá alguno sepa dibujar, o cantar, tal vez toque algún instrumento. Puede que alguno tenga una mordaz y filosófica visión de la vida. Tal vez alguna chica descarada maneje las palabras como la hoja de una espada.
Pero la mayoría estarán vacíos. Y ahí se acaba el juego para la mayoría de las personas vacías. Las personas reales siguen jugando.
Ah, pero hay personas vacías que no están del todo vacías; acumulan esquinas de vileza. Lo único que tienen dentro es crueldad.
Esos hacen que la vida del resto de las personas vacías sea complicada. Sobre todo de los que, además de estar vacíos, son débiles. Diría que lo disfrutan; destrozan conceptos que no entienden, el amor, la amistad, la alegría, la felicidad, incluso la tristeza. Solo guardan egoísmo.
Las personas vacías no se les oponen, es como si los egoístas pasasen sobre ellos, los devorasen y escupiesen sus huesos. La mayoría no merecen compasión, pero no todas las personas vacías tienen la culpa de estarlo. No todas han cultivado tanto su vacío. Algunas tienen una chispa de futuro, una posibilidad que podría hacerlas especiales, únicas. Pero los egoístas no les dan tiempo a desarrollarla; los devoran, y a su chispa con ellos.

Es cuestión de tiempo que una persona real tropiece con los huesecillos de una persona vacía. Hay muchos por ahí; amas de casa apaleadas, trabajadores agobiados, chicos asustadizos. Las personas reales suelen reaccionar ante esto, tal vez lo denuncien en una canción. Quizá alguna persona real pinte o escriba sobre ello. O simplemente piense en ello. Las personas vacías no lo hacen. Las egoístas no quieren hacerlo.
Algunas personas reales, más impulsivas, más imprudentes, más rebeldes, se enfrentan directamente al problema. No tienen muchas armas, y la batalla es desigual. El combustible de las personas reales son los sueños. El de las egoístas, su necesidad de tener más. Para sí mismos.
Las personas reales casi siempre son derrotadas. Eso les pasa por meterse donde no les llaman, piensan las personas vacías. Eso, por meterte conmigo, piensan los egoístas. Las personas reales recogen sus cosas y se van, porque saben que tanto unos como otros son dignos de compasión.
A veces, la persona devorada a la que trataban de ayudar alza un poco la mirada del suelo.O la aparta de la persona egoísta a la que cree pertenecer. Una mirada lapidada y agotada, pero algo viva aún.
La mayor parte de las veces no pasa nada. La mayor parte de las veces bajan la mirada, o la devuelven a su dueño al instante. La mayor parte de las veces, no pasa nada y todo sigue como antes.
Pero las personas reales no se rinden, eso es lo que las hace ser reales. Y a veces, solo a veces, una persona devorada recoge un sueño caído del bolsillo de una persona real. A veces le brillan un poco los ojos. A veces, una persona devorada se da cuenta de que aún tiene una chispa de futuro en su interior. E intenta seguir adelante.
Es un juego complicado. Las personas reales nunca ganan, nada. Las personas devoradas a veces prefieren no admitir la realidad. A veces un egoísta acaba con una persona real.
Pero las personas reales siguen jugando. Artistas. Soñadores. Escritores, músicos, cantantes, filósofos, pintores y actores, dibujantes. A veces son solo buenas personas. Son los que traen esperanza a este mundo vacío. Un mundo que, al fin y al cabo, no nació así. Los hombres lo han ido vaciando poco a poco. 
Por eso es responsabilidad nuestra volver a llenarlo.
Y es un juego peligroso.

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