martes, 10 de enero de 2012

Nueve de enero; y vuelta al principio


Enero. Hace frío, y los árboles parecen esqueletos de una batalla cruel, con las extremidades alzadas pidiendo clemencia, cubiertas de gotas de niebla congelada. Muertos.

Nada se mueve bajo el cielo gris, casi blanco. Como si el aire también se hubiera congelado y mantuviese todo estático, inmóvil.
Nada se mueve salvo las emociones. Los pensamientos vuelan sin control, sin dar tiempo a las palabras para aferrarse a ellos. Enredan algunas a su paso, las arrastran, pero sin un hilo visible nunca podrán decir nada.
Solo la música podría seguir la velocidad de las emociones que se confunden en mi mente. Solo la música sabría cómo hacerlo, como sacarlas de mi interior. Busco de nuevo la melodía, la canción de mi vida, apenas logro retenerla unos segundos; mi mano es un muñón inútil, mi garganta muda, mi mente no sabe hablar ni entiende. Jamás podrá volver a expresar lo que tan bien conoce.
Solo quedan las palabras, demasiado pocas, demasiado vacías. Faltan palabras y las que hay, están desgastadas por el uso. No tiene sentido intentarlo. Me aferro a las palabras un poco más, pese a todo. Son lo único que me queda, ahora que me falla la voz. Tengo que creer que es posible.
Pero no lo es. Son solo trazos de tinta sobre el papel. Vacíos. Nada que pueda captar la profundísima interrogación, el agotamiento, la derrota. Nada que exprese cómo encontrar la esperanza como yo lo hago.
Como una botella rota, como un muñón, una muerte. Está claro que falta algo. Y está claro que por mucho que se intente nunca volverá a ser lo mismo. Las palabras que en su día fueron todo.
Soy solo son vidrios rotos, dedos amputados, tumbas recientes. Hoy sólo son un intento de ser lo que un día fueron.
No tiene sentido. Guardo todo de nuevo. De vuelta a mi interior. Apaga.
Olvídalo.

1 comentario: