viernes, 20 de enero de 2012

Bienvenido a mi Infierno


Abres los ojos.
Despacio, despacio. Por miedo a lo que puedas ver.
Negro. Oscuridad, pero una oscuridad distinta. El negro de tu alrededor brilla, reluce, emite una luz siniestra. Te hace sentir mal. Te aterra. Quieres correr, huir de aquí, pero no puedes. Sabes que no puedes.
Bienvenido al infierno.
A mi infierno.
Ves una luz un poco más adelante, de un color rojizo brillante, reluciente. Como una brasa o una llama. Desprende calor, al contrario que el resto del infierno, que está frío. Frío como un muerto, como un cadáver, como un cristal, como un espejo roto en el que ya no se dibujan tus ojos.
Caminas hacia ella. La brasa se hace mayor, cada vez más grande y brillante. Ilumina a tu alrededor, aunque casi preferirías la brillante oscuridad.
Te rodean ruinas. Ruinas de castillos, fortalezas, tomadas por la hiedra marchita y muerta. Hay gente tendida entre ellas... están muertos. Lo sabes, lo intuyes. Y te aterrorizan. Quieres correr, huir, pero sabes que no puedes.
¿Te gustan mis ruinas?
Son los pedazos de todos mis sueños rotos. Tal vez la cara de aquel te suene... es posible que le hayas besado hoy. O que le vieras en el instituto, aquella puede ser tu hermana, que está en casa, leyendo o jugando al ordenador. Esa puede ser la chica a la que amas, la que tanto daño te ha hecho.
Para mí están muertos. Y créeme, es lo mejor. Porque si los diera por vivos, podría matarlos yo misma. Créeme.
Al fin y al cabo, estás en mi infierno, ¿no? Yo soy la anfitriona. No me contraríes. Puedo ser muy desagradable.
La brasa crece y se transforma en una llama, que crepita con un fragor ardiente, brillante, que hiere tus huidizas pupilas y te hace desear huir, correr, despertar. Cada vez más grande, la brasa devora la hiedra, las ruinas, los cuerpos tendidos en ellas.
Por algún motivo, eso te asusta casi más. Como si verlos desaparecer entre las llamas y el humo los borrase totalmente.
No te engañes. Es mejor así. Los sueños mueren o se hacen reales. Y los sueños muertos estorban, entorpecen la vida. Crean infiernos, fantasmas. Se debe renunciar a ellos. A las personas que creíste especiales y descubres vulgares, anodinas, mentirosas... o que se fueron. A los futuros que se desvanecieron entre las lágrimas que entorpecieron la vista durante horas y días, y meses, años incluso. Tal vez vidas. A los deseos inútiles...
Todos deben arder. Que no quede más que humo, humo blanco y brillante que se eleve hacia el cielo, dejando libre mi infierno para más fantasmas.
Cuando el infierno arda, sólo quedará humo. Solo humo. Ni siquiera quedarán cenizas, porque el viento se las llevará lejos, a un lugar donde no se te metan en los ojos y te provoquen más lágrimas.
Si quemas el infierno, solo tendrás humo. Déjalo arder hasta que todo se queme.
"[...]No es nada fácil saber si un hombre es bueno o malo, ¿verdad?Ni tú. Ni Bethod. Ni nadie.
-No- Logen siguió sentado, contemplando las llamas-. No, no es nada fácil. Todos tenemos nuestras razones, los buenos y los malos. Todo depende de como se mire."
Joe Abercrombie, "El último argumento de los reyes"
Licencia de Creative Commons
Bienvenido a mi Infierno by Mª Gumiel is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario