viernes, 13 de junio de 2014

Cielo abajo

Cierro los ojos.
Cuenta hasta tres. Pero no sirve contar, hay que medir el tiempo en latidos. Cielo abajo. Todo tirita, todo tiembla... cielo abajo.
Parpadeo.
A veces le pregunto a mi corazón cómo demonios se atreve a seguir latiendo. A veces me diría que tú también se lo preguntas, ¿verdad? Cada mañana, cada vez que despiertas y no sabes si voy a seguir ahí. Si te sirve de consuelo, yo tampoco lo sé. Cada amanecer cuando abro los ojos y el sol hiere mis pupilas hasta convertirlas en cabezas de alfiler... cada aurora que es una maldición y una bendición.
¿Alguna vez te has enamorado? Y no digo encapricharte. No digo encapricharte y cegarte y dejar que lo que la otra persona diga o sienta te haga cometer estupideces. Eso no es amor. Eso es capricho. Todos los adolescentes de este mundo lo han sufrido alguna vez. Todos creen haber sufrido por amor.
Yo hablo de amor... amor de verdad. Hablo de entregar todo lo que tienes, lo bueno y lo malo, entregar cada partícula de tu ser... entregar cada latido de tu corazón.
El cielo está despejado, es una noche preciosa. Una noche de luna llena, una noche perfecta para salir a buscar hadas. O a que te muerdan los duendes. Parece que últimamente están agresivos.
El viento sopla entre las hojas de los álamos y yo me pregunto si acurrucarme entre sus raíces y dormir el resto de mi existencia o talarlos todos. No más vaivenes de hojas plateadas y verdes, no más susurros engañosos de día y de noche. El silencio sería paz.
La luna parece un ojo vigilante en el cielo. En otro tiempo habría sido capaz de volar hasta ella, tú lo sabes de sobra. Yo nací con alas, como cualquier otro ángel. Un par de alas blancas y preciosas, un par de alas que era casi incapaz de no batir continuamente. Cuando cierro los ojos... ay. Aún recuerdo cómo era eso. Era emoción pura, era estar allí donde nadie pudiera alcanzarme pero donde todo estaba a mi alcance. Por encima de las nubes... el sol se derramaba como oro fundido sobre algodón y el cielo parecía tan... inmenso. Todo era perfecto. Perfecto. Perfecto...
Ven, abrázame. Ya no me queda otra cosa. Las raíces de un sauce joven, cerrar los ojos al mundo y dejar de pensar. Dejar de sentir. Dejar de obligar a mi corazón a preguntarse cómo puede seguir latiendo. Es eso o tu abrazo.
A veces pienso que si soy lo bastante liviana podré ascender de nuevo. Desaparecer. El pelo cada vez más largo, la piel cada vez más blanca... pero claro, ¿quién quiere ser un cadáver andante?
Por otra parte, ¿a quién le importa ya?
A veces aún me duelen mis heridas. No es solo dolor de corazón. Sin alas el equilibrio es diferente, creo que en realidad nunca llegué a acostumbrarme a no tenerlas. Creo que en realidad nunca he sido capaz de dormir desde que no puedo envolverme en ellas. Todo esto está siendo un día muy, muy largo... eterno. Pero todos los días tienen su atardecer.
Como esa luna suspendida en el cielo, como el abismo bajo mis pies descalzos. Sentada en el alféizar de la ventana, mirando la luna. Me gustan los límites. Hacen que todo se vea más nítido.
Aunque aquí, cielo abajo, nada es como debería ser. La luna está demasiado lejos. El bosque está demasiado lejos. Todo... todo está demasiado lejos.
¿Alguna vez te has enamorado? Hablo de amar de verdad. Hablo de dejar que un dragón te arranque las alas por amor. Hablo de entregar todo lo que eres por amor. Hablo de abrir los ojos un día y despertar sin alas y sin nada a lo que aferrarte, por amor.
Hablo de ser lo bastante idiota para cortarte con los bordes de los recuerdos cada vez que cierras los ojos. Ya no recuerdo las nubes. Ya no recuerdo el viento en las alas. Ya no recuerdo la risa que llenaba mi pecho al volar. Cielo abajo no hay nada de eso.
Ya solo tengo recuerdos que me torturan. Ya solo tengo... recuerdos que en su día fueron felices y ahora son cristales rotos debajo de la piel. La piel... la piel que recuerda todo. Una piel que recuerda cada contacto. Cada caricia que ocultaba una mentira.
Estúpida.
¿Todos los ángeles son estúpidos, o fui yo sola?
Ya da igual. Ya no estoy allá arriba, volando, soñando, creyendo que podría coger la luna con las manos. Ahora estoy aquí. Cielo abajo. Contigo.
Cierra los ojos.
Abrázame.
Espero poder amanecer mañana a tu lado. Dado que aún quieres a este pájaro con las alas rotas, haré que mi corazón siga latiendo con el tuyo.