martes, 27 de marzo de 2012

In memorian

Hoy la luz no acababa de ser lo que yo esperaba.
Es obvio que era luz. Y es obvio que ya no era la luz mortecina del inverno perenne. Pero le faltaba algo. Había algo en la luz que no era lo que yo esperaba. No veía la primavera en ella.
Él - Gabriel - decía que el cambio de las estaciones se percibe en la luz. Yo nunca he sido capaz de percibir ese cambio. Para mí, el cambio es el de los olores. En primavera, a tierra mojada, fresca, a hierba cortada, a flores; en verano a seco, árido, olores ásperos del verano ardiente de la estepa castellana; en otoño, húmedo, a tierra empapada, a hojas podridas, a leña quemada; y en invierno, a nada.
A pesar de que aún no huele a flores, ni a tierra mojada, ni a tormentas, he tratado de ver esa luz, la luz que él - Gabriel - insistía en que anunciaba el cambio entre las estaciones. Y no la he visto. Al igual que nunca pude verla.
Me pregunto si era real, o si solo él - Gabriel - la veía.
Llevo años huyendo de su nombre, de su olor, del recuerdo de su voz y de su risa. ¿De qué serviría pensar en ello? Él - Gabriel - se fue, el primer amigo que tuve, la primera persona en la que confié. Él - Gabriel - dejó este mundo demasiado pronto. Y sin despedirse.
A veces me pregunto si las cosas habrían sido distintas de quedarse él -Gabriel.
Ha pasado tanto tiempo que él - Gabriel - solo es un recuerdo. Una sombra enredada en el tapiz de mi memoria, medio borrada. Y, al mismo tiempo, el primer contacto con la realidad que tuve. 
Porque él - Gabriel - me enseñó que vale la pena confiar en la gente.
Gabriel, Gabriel, Gabriel... decirlo en alto es una dulce tortura, trae mucha amargura y remordimiento consigo. Lo echo de menos, lo reconozco. No he tenido tantos amigos como para permitirme olvidarme de uno, aunque sea uno como Gabriel. Apenas un fantasma.
Gabriel. Mi primer soplo de realidad.
Mi primer paso hacia el auténtico amor, el de verdad.
No voy a olvidarlo. No importa cuántos años pasen, cuántas guerras tenga que librar. Gabriel me enseñó por qué vale la pena luchar. Y yo renuncié a su memoria durante demasiado tiempo.
De ahora en adelante, no olvidaré lo que es real.
Nunca más.

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